Tenemos ahora grandes facilidades para esparcir la verdad; pero nuestros hermanos no están aprovechando los privilegios que les fueron dados. En todas las iglesias no ven ni sienten la necesidad de usar sus capacidades para salvar a las personas. No comprenden que es su deber buscar suscriptores para nuestros periódicos, incluyendo nuestras revistas de salud, e introducir nuestros libros y folletos. Debe darse trabajo a los hombres que están dispuestos a ser enseñados en cuanto a la mejor manera de presentarse ante las personas y las familias. Su vestimenta debe ser pulcra pero no vanidosa, y los modales tales que no disgusten a la gente. Entre nosotros, como pueblo, existe una gran carencia de cortesía verdadera. Deben cultivarla todos los que estén involucrados en la obra misionera.—Testimonios para la Iglesia 5:391,